Aprendí la lección tragando sangre:
Quien se despide mucho
pierde las ganas de marcharse.
A machetazos he abierto un sendero
en visión de una autopista sin final,
Louise, agarra el volante del coche
que voy con Thelma al asiento de atrás.
La soledad, por cojones,
conlleva libertad.
No hay deseo que me albergue más tristeza
que pedir un mundo de risas.
Si fuera Dios, me suicidaría.
Todo llega si el esfuerzo dedicado
es consecuente a la dificultad de tus deseos,
se trata de saber que llevas puestas las cadenas
y que solamente tú tienes las llaves
y la decisión de atarte a nuevas.
Escucha mi voz, sordo de mierda:
la voluntad abre caminos
que cierra la prudencia.
No existe la silla de los sueños
donde tengo sentada la cabeza,
formo parte de un arte perdido,
yo he aprendido a dormir a mi vera.
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